Una estrella enana roja es una estrella pequeña y relativamente fría de la secuencia principal, ya sea de tipo espectral K tardío o M. Este tipo forma la mayor parte de las estrellas, siendo sus valores de masa y diámetro inferiores a una tercera parte de los del Sol. Su masa ronda entre los 0,8 y 0,008, (por debajo de 0,08 masas solares se denominan enanas marrones), además, las enanas rojas presentan una temperatura superficial de menos de 3.500 kelvin. Debido a su pequeña masa las enanas rojas queman hidrógeno lentamente y por lo tanto tienen una vida útil muy larga. Las enanas rojas más pesadas tienen una vida útil de decenas de miles de millones de años; las más pequeñas tienen una vida útil de billones de años. En comparación, el universo tiene solo 13 800 millones de años.
Las enanas rojas son las estrellas más comunes de nuestra galaxia. Más pequeñas y frías que el Sol, su elevado número hace que muchos de los planetas similares a la Tierra hallados hasta ahora por los científicos estén en órbita de una de ellas. El problema es que, para mantener temperaturas que permitan la existencia de agua líquida, condición indispensable para la vida, esos planetas tienen que orbitar muy cerca de sus estrellas, mucho más, de hecho, de lo que la Tierra lo hace del Sol.
Lo malo es que las enanas rojas son capaces de generar intensas llamaradas, mucho más violentas y energéticas de las que lanza nuestro relativamente pacífico Sol, y eso ha hecho que los científicos duden de su capacidad para albergar planetas capaces de sostener la vida.
No es ningún secreto que, en gran medida, la vida en la Tierra depende de la energía de su estrella para poder existir. Lo cual no quita que a veces, como hacen todas las estrellas, el Sol nos envíe fuertes llamaradas que tienen el potencial de inutilizar nuestras centrales eléctricas y redes de telecomunicaciones. A pesar de ello, el Sol es relativamente débil si se le compara con otras estrellas. Y entre las más violentas están, precisamente, las enanas rojas.
La actividad de esas llamaradas puede afectar a las atmósferas y a la capacidad de albergar vida de planetas similares al nuestro que orbitan alrededor de estrellas de baja masa. Nuestro Sol es un gigante tranquilo. Es más viejo y no tan activo como las estrellas más pequeñas y jóvenes. Además, la Tierra dispone de un potente escudo magnético que desvía la mayor parte de los dañinos vientos del Sol. Pero para los planetas que orbitan alrededor de enanas rojas la situación es muy distinta. De hecho, se sabe que las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal asociadas que emiten estas estrellas pueden ser muy perjudiciales para las perspectivas de vida en esos mundos, muchos de los cuales, además, no disponen de escudos magnéticos. Llamaradas eventuales y salpicadas a o largo del tiempo (como sucede con las del Sol) no suponen un problema. Pero en muchas enanas rojas esa actividad es prácticamente continua, con llamaradas frecuentes y prolongadas.
La capa de ozono de la atmósfera, que protege a un planeta de la dañina radiación ultravioleta, puede quedar destruida por una intensa actividad de llamaradas. Sin embargo, en estudios realizados se ha observado que en algunos casos, en efecto, el ozono persiste a pesar de las llamaradas. Se ha descubierto que las erupciones estelares podrían no excluir la existencia de vida. En algunos casos, la quema no erosiona todo el ozono atmosférico. La vida en la superficie aún podría tener posibilidades de luchar. Otro lado positivo del estudio es el descubrimiento de que el análisis de las llamaradas solares puede ayudar en la búsqueda de vida. De hecho, las llamaradas pueden facilitar la detección de algunos gases que son biomarcadores. Los investigadores hallaron, por ejemplo, que una llamarada estelar puede resaltar la presencia de gases como el ácido nítrico, el dióxido nitroso y el óxido nitroso, que pueden ser generados por procesos biológicos e indicar, por tanto, la presencia de vida. Los fenómenos de meteorología espacial suelen verse como un inconveniente para la habitabilidad, pero pueden ayudarnos a detectar firmas de gases importantes que podrían significar procesos biológicos.
Las enanas rojas son la esperanza mas cercana de la humanidad en el futuro, cuando nuestro sol sea demasiado caliente para soportar vida compleja en el planeta tierra debemos de salir en busca de otra estrella, y para nuestra suerte las tenues enanas rojas serán las últimas estrellas que brillarán en el universo.
Las enanas rojas no pasarán por una fase de gigante roja en su evolución. Debido a que la convección ocurre a través de toda la estrella, el hidrógeno se recircula constantemente desde las regiones externas al núcleo. Las estrellas como el Sol no son completamente convectivas y, por lo tanto, queman solo el 10 por ciento de su hidrógeno que se encuentra en sus núcleos. Cuando ese hidrógeno se agote, tales estrellas se expandirán enormemente a medida que comiencen a quemar hidrógeno en una capa que rodea sus núcleos de helio. Las enanas rojas, sin embargo, debido a la convección, son completamente eficientes y quemarán todo su suministro de hidrógeno. Luego se volverán más calientes y más pequeñas, convirtiéndose en enanas azules y finalmente terminando con sus vidas como enanas blancas.
Pero, antes de que el universo presencie la muerte de la ultima enana roja pasarán billones de años. Si la humanidad quiere colonizar algún planeta que orbite a una enana roja deberá de combatir muchas adversidades, entre las cuales están las ya mencionadas llamaradas solares. Debido a su baja luminosidad, la zona habitable de una enana roja, (la región cercana a una estrella donde se puede encontrar agua líquida en la superficie de un planeta), está muy cerca de la estrella. Un planeta en esa región orbitaría a la enana roja cada pocas semanas y, por lo tanto, a menudo transitaría su estrella. Además, los tránsitos serían bastante notables, ya que el pequeño radio de una enana roja significa que una mayor parte de la estrella estaría cubierta por el planeta que pasa. Existen numerosas dificultades teóricas para que sea posible la habitabilidad en un planeta que orbite a una enana roja, como el bajo flujo estelar, la alta probabilidad de acoplamiento de marea, la pequeña zona de habitabilidad y la elevada variación estelar experimentada por las enanas rojas, especialmente en sus primeros miles de millones de años. Sin embargo, el alto porcentaje de estas estrellas respecto al total de la población estelar y su longevidad, influye positivamente en las expectativas de encontrar vida en exoplanetas pertenecientes a estos sistemas.
Entre los factores mas debatidos destaca el acoplamiento por marea. Dadas las cortas distancias que tienen que mantener los exoplanetas situados en la zona de habitabilidad de enanas rojas respecto a su estrella, es muy probable que se encuentren anclados por marea a ella. En tales circunstancias, el planeta rotaría alrededor de su eje una vez por cada revolución en torno a su estrella, provocando que un lado del planeta se encontrase permanentemente de cara a ella y el otro en perpetua oscuridad, lo que supondría grandes diferencias térmicas entre ambos hemisferios. Durante muchos años, se creyó que la vida en estos planetas se limitaría a una región en forma de anillo localizada entre ambos hemisferios, denominada terminador o zona del crepúsculo, donde la estrella siempre aparecería en el horizonte. En el pasado, los expertos estimaban que una atmósfera lo suficientemente densa como para repartir eficazmente el calor entre ambos hemisferios sería demasiado gruesa y no permitiría la fotosíntesis en organismos superficiales.
El potencial para la vida de los sistemas de enanas rojas es objeto de debate entre la comunidad científica, a tenor de los resultados contradictorios mostrados en multitud de modelos que ofrecen resultados muy dispares fruto de la carencia de información a consecuencia de las limitaciones en las herramientas de observación actuales. Muchos astrobiólogos y científicos en general consideran que la capacidad de la vida en la Tierra para florecer en lugares completamente inhóspitos es un claro indicio del potencial para la vida de los sistemas de enanas rojas, aunque la mayoría de los expertos opinan que la extrema hostilidad de las enanas rojas haría imposible la aparición de organismos vivos.
El amargo trago de realidad es que todavía somos muy poco avanzados para llegar a tal punto de colonizar otros sistemas, pero el sol por suerte sigue estando a la temperatura correcta para que siga existiendo vida en la tierra, así que por ahora no nos preocupemos por mudarnos a otro sistema, el sol todavía tiene mucho para ofrecernos.
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